¿Por qué Lisboa está hecha de adoquines?
Hoy en La Vida Cotidiana hacemos las maletas y nos vamos de viaje a la capital portuguesa. Si has tenido la suerte de haber visitado ya esta ciudad te habrán llamado muchas cosas la atención: la vida nocturna en Bairro Alto, sus monumentos, la ginginha… pero seguro que entre esas cosas también se encuentra su pavimento.
En todas y cada una de las aceras de las calles de Lisboa puedes ver este pavimento hecho de adoquines y si no están construidas con estos adoquines, es que los han quitado para reparar algún problema y los volverán a colocar. Se trata de un elemento que se puede catalogar como marca Portugal.
El origen del adoquinado
Casi todas las fuentes van hacia un origen común que se vincula al famoso Marqués de Pombal: el primer ministro de la época del rey José I. Y decimos “famoso” porque fue el encargado de levantar la ciudad lisboeta tras la concatenación de desastres que sufrió la ciudad el día de los santos de 1.755: un gran terremoto en torno a una magnitud seguido de un maremoto y un gran incendio que asoló Lisboa. Por ello es por lo que los lisboetas le rinden un gran homenaje con su gran estatura que preside el centro de la ciudad, punto de obligado paso para todo visitante ya sea caminando o en transporte.
Este personaje fue el que mandó reutilizar los muros y piedras que habían sido destruidos y que de ahí se sacaban cientos y miles de piezas de pequeño formato que unidas unas con otras formaban unas aceras para los peatones. Y que, además, se podía realizar de tal forma que pudiera conformar algún dibujo, lo que haría que su atractivo fuera aún mayor.
Estas piezas suelen ser de caliza o de basalto, materiales muy resistente a la abrasión y al desgaste, y se suelen utilizar en formato de color blanco y negro, aunque también se puede colocar con otros colores.
¿Cómo se coloca?
Si te fijas en detalle en cada uno de los adoquines puedes observar que todos son distintos, no hay dos piezas iguales y además son todas irregulares. La forma de colocación es totalmente artesanal donde los calceteiros (nombre en portugués por el que se conoce a las personas encargadas de colocar este pavimento) tienen a su disposición una serie de piezas y una a una la van colocando sobre un lecho de arena, ajustándolas mediante un martillo por si tienen que seguir algún patrón o para que encajen una con otra. Para realizar los distintos dibujos que suelen encontrarse, los calceteiros pueden usar plantillas que les permite saber las líneas que deben seguir para alcanzar el resultado deseado.
La colocación de estos adoquines se ha convertido en una profesión muy bien cotizada y respetada sobre todo en la ciudad lisboeta. Además, la Cámara Municipal de Lisboa, lo que viene a ser el Ayuntamiento de la ciudad, creó en la década de los 80 una escuela especializada en este campo. Se pretendió con esta creación que esta profesión no cayera en el olvido y que se reinventara con las nuevas generaciones. Al fin y al cabo es un tipo de adoquinado propio de la ciudad y desde allí se ha ido exportando hacia el extranjero. La gente y los visitantes reconocer la ciudad por sus calles y como es normal se apuesta porque esta profesión no se pierda. Tal es el aprecio que se le tiene a estos calceteiros que es motivo de un monumento en una zona muy céntrica de la ciudad. Junto en frente de la Iglesia de San Nicolás, en una calle paralela a la comercia Rúa Augusta que desemboca en Praça do Comércio, se localiza el Monumento al Calceteiro, obra de Sérgio Stichini.
El empedrado portugués fuera de Lisboa
Hemos mencionado hace un momento que el empedrado portugués es motivo de exportación y no exagerábamos para nada. Sobre todo se ha ido expandiendo a otras ciudades portuguesas y a países de habla portugués. Así por ejemplo en la ciudad de Oporto también destaca este tipo de adoquinado y en Río de Janeiro (Brasil), en su famosa playa de Copacabana, el paseo marítimo está realizado con este tipo de pavimentación.
¡Hay que tener cuidado con los resbalones!
Una de las preocupaciones de las Autoridades es el peligro que entraña este adoquinado portugués sobre todo cuando llueve. Lisboa destaca por sus interminables cuestas y calles en pendiente y, claro, en los días de lluvia salir a pasear o caminar por las aceras es toda una hazaña si andas por sus famosas aceras porque terminas cayéndote. Es más seguro caminar por la calzada junto a los coches o por el borde de la acera evitando entrar en contacto con el adoquín porque de verdad que parece una pista de hielo. Así que si tenéis la ocasión de ir a Lisboa y os pilla la lluvia, ¡cuidado al caminar por las aceras!
Un saludo. La Vida Cotidiana.