Diferentes usos de la cola blanca
En el día a día de nuestra vida cotidiana nos encontramos con diferentes productos de los cuales desconocemos su historia. La famosa cola blanca que utilizamos desde pequeños para manualidades y, posteriormente, seguimos utilizando para trabajamos de bricolaje en madera, nos acompaña prácticamente durante nuestra vida.
En este artículo queremos ofrecer nuestro particular homenaje a la cola blanca, o como se conoce en el argot científico, acetato de polivinilo, un tipo de materiales prácticamente inocuo que nos ofrece muchísimas posibilidades.
¿Qué es exactamente la cola blanca?
Por el término «cola blanca» no podemos definir exactamente su contenido ni adivinar su uso. Este material que nos acompaña prácticamente durante toda nuestra vida, es un pegamento universalmente utilizado que tiene excelentes propiedades de pegado y facilidad de uso.
La cola blanca está formado por un gel viscoso de aspecto blanco pero que una vez seco se transforma en un film transparente. Aunque ofrece menos resistencia que los pegamentos de contacto, tiene un gran poder adhesivo y alto rendimiento en superficies de papel, madera, algodón y un largo etcétera.
Este material tiene bastante antigüedad, desde 1912, siendo el químico alemán Fritz Klatte el que encontró la forma de polimerizar el acetato de vinilo, uno de los componentes principales del pegamento. Desde dicha época, la cola blanca ha sido ampliamente utilizada en carpintería, ebanistería, manualidades y restauración en casi todo el mundo.
Acetato de polivilino como ingrediente principal
El efecto adherente de la cola blanca está basada en el acetato de polivilino (conocido por sus siglas como PVAc). Este adhesivo de contacto se obtiene a partir de la polimerización del acetato de vinilo, un compuesto orgánico formado a partir de mezclar etileno y ácido acético con oxígeno en presencia de un catalizador de paladio.
Este compuesto es ampliamente utilizado en industria, tanto para la fabricación de diferentes pegamentos (entre ellos, la cola blanca) como la fabricación de pieles o pinturas.
Y aunque pueda parecerte sumamente curioso, este ingrediente forma parte tanto de los pegamentos como de los chicles o goma de mascar.
Manualidades de papel y cartón
Las superficies porosas como la madera, el papel o cartón son excepcionales para utilizar la cola blanca, ya que ofrece una alta resistencia y una gran adherencia en pocos minutos.
Por eso, este pegamento es uno de los más utilizados en bricolaje, especialmente madera y cartón donde se incluyen también otros materiales como corcho, poliestireno, algodón, cuero, tela, plástico y espuma, entre otros.
Cómo utilizar la cola blanca
La cola blanca es un pegamento muy aceptado por la comunidad dado su bajo registro de toxicidad. Además, no es inflamable. Por eso, los niños lo utilizan desde pequeños, siempre con vigilancia de un adulto.
Para pegar cualquier superficie mencionada anteriormente, basta con colocar una capa generosa en ambas caras y unirlas, apretando ligeramente durante unos minutos hasta que notemos buena adherencia. La cola blanca tarda 20-25 minutos en ofrecer toda su capacidad de adhesión.
Para manualidades, la forma más cómoda de utilizar la cola blanca es mediante un pincel o brocha, repartiendo homogéneamente una pequeña capa por toda la superficie a pegar.
Posteriormente y antes de que se seque la cola, es recomendable limpiar el pincel con agua para evitar echar a perder las cerdas.
Fabricar cola blanca casera
Aunque no tiene ni de cerca el poder de adhesión de la cola blanca industrial, para los pequeños de la casa podemos inventarnos un tipo de cola con ligero efecto de pegamento, totalmente inocuo y fácil de preparar.
Esta cola blanca casera se fabrica a partir de vinagre (ácido acético) y almidón de maíz, usando ingredientes «parecidos» a los que se usan en industria para su fabricación.
Ingredientes utilizados:
- 1 vaso de agua de grifo
- 1 cucharada de vinagre de vino blanco
- ½ vaso de almidón de maiz.
Modo de preparación:
Primeramente mezclamos una cucharada sopera de agua con una cucharada de vinagre. Posteriormente calentamos el resto de agua, al que añadimos toda la cantidad de almidón de maíz.
Lentamente disolvemos el almidón de maíz en el agua, hasta que no quede ningún resto sólido en ella. Sobre esta mezcla añadimos el agua y el vinagre del primer paso.
Hervimos la mezcla hasta alcanzar temperatura de ebullición, moviendo siempre la mezcla. Retiramos del fuego y dejamos enfriar a temperatura ambiente.